sábado, octubre 06, 2007

Visita

Es sábado a la tarde y está por ponerse el sol. Doña Coca, al advertirlo, emprende con entusiasmo su tarea. Sobre una mesa coloca un tazón repleto de pochoclo y a unos cincuenta centímetros de distancia, un ventilador. Luego, se unta prolijamente el cuerpo con gruesas capas de dulce de leche y se coloca en una misma línea con el tazón y el ventilador -encendido en su máxima potencia-. Allí se queda paradita, como un espantapájaros, durante media hora (minutos más, minutos menos). Si es necesario agrega más pochoclo en el tazón. Cuando se considera satisfecha con el resultado, apaga el artefacto y se mira en el espejo: toda ella ha quedado convertida en una superficie rugosa, dulce y blanca. Entonces, doña Coca se calza sus anteojos y, como toque final, delinea su boca con mermelada de frutilla -que puede ser dietética o no, según el humor de la balanza-.
Así acicalada espera la llegada de Coco, quien también -ella está segura de eso– habrá dedicado un tiempo considerable a emperifollarse para la cita. ¿Vendrá dulce o salado esta vez? Porque no siempre coinciden en sus gustos, Coca y Coco. Pero eso es justamente lo que les da a sus encuentros un sabor muy especial.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Marce dejo un abrazo cordial lindo y grande por aqui, por estos lindos pasillos de la palabra :) y mi blog por si queres visitar los mios con mis tiritas de GORGOJEO http://gorgojeo.blogspot.com/

Beso grande, hasta la proxima visita que haga por aqui!

doble eme