sábado, octubre 06, 2007

Detesto que hables tanto

Detesto que hables tanto, tu voz omnipresente.
Mi mente huye lejos, mi cara se hace roca.
Entonces imagino que estoy en otro lado
y que tú hablas sola, cual si estuvieras loca.

Como todas las cosas las llenas de palabras,
las cosas me parecen cada vez más vacías.
Maldita lengua floja, vampiresa sin alma,
siento que me desangra tu charlatanería.

Detesto que hables tanto, tu voz omnipresente.
Mil veces he deseado matarte o estar muerto:
Colgarme de una viga, darte a beber cicuta…
Mientras sigues hablando, así sueño despierto.

Visita

Es sábado a la tarde y está por ponerse el sol. Doña Coca, al advertirlo, emprende con entusiasmo su tarea. Sobre una mesa coloca un tazón repleto de pochoclo y a unos cincuenta centímetros de distancia, un ventilador. Luego, se unta prolijamente el cuerpo con gruesas capas de dulce de leche y se coloca en una misma línea con el tazón y el ventilador -encendido en su máxima potencia-. Allí se queda paradita, como un espantapájaros, durante media hora (minutos más, minutos menos). Si es necesario agrega más pochoclo en el tazón. Cuando se considera satisfecha con el resultado, apaga el artefacto y se mira en el espejo: toda ella ha quedado convertida en una superficie rugosa, dulce y blanca. Entonces, doña Coca se calza sus anteojos y, como toque final, delinea su boca con mermelada de frutilla -que puede ser dietética o no, según el humor de la balanza-.
Así acicalada espera la llegada de Coco, quien también -ella está segura de eso– habrá dedicado un tiempo considerable a emperifollarse para la cita. ¿Vendrá dulce o salado esta vez? Porque no siempre coinciden en sus gustos, Coca y Coco. Pero eso es justamente lo que les da a sus encuentros un sabor muy especial.

jueves, octubre 19, 2006

Tres limericks...

1
Si ves, amigo, a una dama verdosa,
regordeta, con tules, esponjosa;
arrugas de tortuga
y piruetas de oruga;
No hay dudas: es lechuga mantecosa.

2
Una señorita morena y fina,
por su origen y alcurnia, mandarina,
de pronto dio un gran salto
y desde allá, en lo alto,
a todos advirtió: ¡soy tinta china!

3
Si un felino con esfuerzo titánico
evita que su dueña entre en pánico,
pues sin ningún maullido
el coche ha subido,
es que el felino es un gato mecánico.